Si hubiera una inmensidad, perdida en un mundo paralelo, rodeada de enjambres de avispas enfurecidas dispuestas a formar fila contra el mal exterior, si existiera tal lugar, sin duda, iría contigo.
Recogería lo justo y necesario, dejaría en mi habitación, sobre la cama, una carta que dijera un adiós a corto plazo a aquellos que sufrirían mi despedida, tomaría tu mano, y me iría.
Recorriría sus calles y sus plazas, sus edificios y sus ruinas, y te querría hasta el último segundo que fuera de mi posesión. Todo, allí, todo, contigo.
No habría más mar que el de tus ojos, ni más tierra que tu piel, no necesitaría más arropo que el de tus brazos ni más sueños que los de nuestra realidad.
Crearía la perfección más bella que nunca hubieras podido ver y te invitaría a compartirla conmigo, nos reiríamos de los imperfectos de ella y sonreiríamos con la mirada en ningún sitio.
Y si se situara un escondite, o cientos, en las arcas de nuestro universo en donde tú fueras a esconderte, te encontraría, hoy y mañana, en esta u otra vida, aquí o allí; yo siempre te encontraría.